¿Por qué escondemos el amor mientras aireamos nuestro odio?

Tengo tantas ganas de correr que no me aguantan los pies, y a días lo veo lejos y cerca y lejos y mas lejos, y cerca… mi meta está ahí, al alcance de mi mano, y la necesito tanto que casi puedo tocarla, pero solo pensar en la distancia me duele, hace tiempo que quiero huir, mi piel se agrieta harta de gritos y portazos pero a ratos consigues curármela, quiero y no quiero irme, lo necesito, no hay nada que me retenga aquí… no hay nada si no contamos el centro de mi universo, no hay nada que me ayude a sobrevivir allí, nada si no contamos todo un futuro ante mis ojos, bañado de sudor y lágrimas, pero de esfuerzo y trabajo no de apatía, desesperación, dolor… no deberían existir esas lágrimas; el amor no debería doler tanto… ¿por qué escondemos nuestro amor mientras aireamos nuestro odio? Cada minuto, menos ganas de estar aquí y más de estar allí, y más de estar aquí sin estarlo… ya no hay saludos ni besos, solo hablar de dinero, de médicos, un contrato de abundantes malas caras y pocos ratos felices. Insulta a mis oídos ese trato, ese tono, esas enormes y feas palabras, y me sangran y no puedo pegar dos gritos y decir basta ya, qué narices, si puedo, pero soy cobarde… qué es lo peor que me puede pasar por no callarme, nada, absolutamente nada, pero sé que si no recae en mí recaerá sobre otros…

Qué culpa tienen los demás de nuestros despistes, de nuestros errores? Hay quien piensa que toda, toda la culpa es de los demás, de aquellos que precisamente solo quieren tu felicidad y solo mueven sus pies por ti.

A veces me duele la espalda de soportar tanto peso, un peso que realmente ni siquiera llevo, el peso de una pluma comparado con el peso que otros soportan, por eso quiero comprarme alas y descansar en la playa mojando mis pies en el agua azul, pero quiero refrescarme en tu beso y perderme en tu espalda, qué playa puede resultar paradisíaca si tú estás en Madrid?

“quiero volar lejos de aquí escapar, quiero ser la lluvia al otro lado del cristal, quiero dormir, no quiero despertar dime, mi bien ¿quién me llorará? si me dan alas echo a volar…” (Ismael Serrano)